Universidad Distrital "Francisco José de Caldas"

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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Escritura... "Del habla al papel"

Qué es la escritura?

Escritura: método de intercomunicación humana que se realiza por medio de signos visuales que constituyen un sistema. Un sistema de escritura puede ser completo o incompleto; es completo el que puede expresar sin ambigüedad todo lo que puede manifestar y decir una lengua determinada.

La liberación de las manos de las tareas de locomoción no sólo hizo posible la fabricación de herramientas y utensilios y la expansión del cerebro, sino que permitió observar de manera distinta, la disposición de los objetos que aparecen en el campo visual. La mano se convierte en un objeto más en dicho campo, pero con la diferencia de que se tiene sobre ella un control estricto, hasta que es capaz de llegar a producir una mímica sobre un objeto inexistente: así se crea la comunicación gestual simbólica.

Con la comunicación verbal, que inventa posteriormente, se libera el sentido de la vista para transmitir más información. Escuchar la propia voz, significó para el homínido (individuo perteneciente al orden de los primates superiores, cuya especie superviviente es la humana) un logro más sorprendente que ver su mano dibujando un gesto. El homínido que inventó el lenguaje, entendido como intercambio intencional de símbolos acústicos abstractos y no meros gestos, permitió, el avance de la cultura como fenómeno propio de la especie humana.
La necesidad que tiene el ser humano de comunicarse, generó, pues, el lenguaje gestual, el lenguaje hablado y el lenguaje mediante signos gráficos, hasta constituir un sistema de comunicación que está basado en símbolos gráficos convencionales, denominado escritura.





INICIOS DE LA ESCRITURA

Las Protoescrituras

Los investigadores se ven en un difícil trance cuando tienen que interpretar ciertos símbolos encontrados en cuevas de la Era Glacial. ¿ Qué puede significar, por ejemplo, el dibujo de una mano rodeada de círculos? Realmente no se sabe. Lo que sí sabemos es que a eso no se le puede llamar aún escritura. Seríamos demasiado crédulos al creer que los moradores de las cuevas contaran con un sistema de escritura; pero no parece descabellada le idea de que contaran con una limitada forma de expresión escrita. Es por eso que a estos símbolos les llamamos protoescrituras, debido a que se encuentran en el umbral de la escritura plena. Los primeros síntomas de escritura (las protoescrituras) surgieron ante la necesidad de contar mercancías, jornaleros, ganancias; o de contar días y ciclos lunares para diseñar calendarios. Además, las protoescrituras, aunque nacieron antes que la escritura, se han mantenido conviviendo con ella a veces hasta nuestros días.

Una de las primeras manifestaciones la descubrimos en la Era Glacial donde los hombres de ese período realizaban muescas en huesos con materiales diversos, posiblemente para llevar la cuenta de los ciclos lunares. Artimañas parecidas las usó la Hacienda Inglesa entre el año 1100 y 1834 a través de las “tarjas”, tablillas de madera en las que, además de anotaciones de las cantidades en cuestión escritas en su superficie, los funcionarios realizaban muescas que, en función de su tamaño y grosor, reflejaban las cantidades escritas. Otra artimaña distinta es la de los “quipus” incas, cuerdas donde se realizaban nudos para representar cantidades. Otro ejemplo muy distinto de protoescritura es el de las cartas que se enviaban los indios norteamericanos; pero quizá las muestras más importantes de protoescritura sean las de tipo económico, realizada en tablillas de arcilla. Este tipo de protoescritura tuvo su antecedente en las “fichas” de arcilla usadas entre el 8000 y el 1500 a. de C., y que servían como apoyo a la mnemotecnia humana en transacciones económicas complejas, pues permitían operar aritméticamente con grandes cantidades. Realmente esto ni siquiera es protoescritura, pero pronto estas fichas fueron introducidas en el interior de bolas huecas hechas también de arcilla que, a modo de sobre esférico, albergaba un número de fichas inscrito en la superficie, y al mismo tiempo hacían más difícil la falsificación de las fichas, ya que ahora debían ir en el interior de las bolas. Esas inscripciones talladas en la superficie de la “bulla” sí pueden considerarse protoescrituras.

Éste es el paso previo a las primeras tablillas de arcilla; éstas surgieron en Mesopotamia , allá por el 3300 a. de C., y se valen de signos que reflejan cantidades, y también de otros que simbolizan materias primas. La tecnología empleada para representar los numerales sobre estas tablas no es otra que la de presionar con el extremo redondo de un estilo de caña sobre el barro blando, obteniéndose diferentes signos según la posición del estilo al presionar (vertical, oblicuo, etc.). Una vez escrito, el barro se cocía y se volvía, pues, indeleble. Su sistema cardinal es realmente sorprendente: además del uso del sistema sexagesimal, destaca el hecho de que un mismo signo numeral varía de valor en función al contexto referido (ovejas, cebada, campos).

En definitiva, este sistema no pasa de ser una protoescritura, pese a que, sobre todo en sus últimas manifestaciones, se nos revela como un embrión del futuro cuneiforme.

Escritura Cuneiforme

Escritura Cuneiforme (del latín cuneum, 'cuña'), término que se aplica a los signos que tienen esta forma, por lo que reciben el nombre de cuneiformes, grabados en tablillas de arcilla y también se han encontrado grabados en las inscripciones hecha en metales, piedras, estelas y otros materiales.

Las primeras inscripciones cuneiformes estaban formadas por pictogramas. No puede decirse que fuera más sencillo el grabar líneas rectas en la arcilla con un punzón, que trazar las líneas irregulares de los pictogramas. Se inventó un punzón afilado a propósito para realizar las inscripciones y, poco a poco los trazos de los pictogramas se fueron convirtiendo en los esquemas de los caracteres cuneiformes, que se fueron estilizando cada vez más, de forma que apenas recordaban el perfil inicial de aquellos pictogramas de donde surgieron. En un primer momento cada signo sólo representaba una palabra. Pero como había palabras que no se podían expresar por medio de un pictograma, se representaron con los de otros objetos que los recordaban (por ejemplo, bien por medio de una estrella, estar de pie o ir por medio de un pie) y así ciertos símbolos representaban más de una palabra. Puesto que las palabras del sumerio fueron en su mayoría monosilábicas, desde los primeros momentos los signos se emplearon como meras sílabas, sin tener en cuenta su significado original. Los símbolos que tenían más de una lectura, como palabras y como ideogramas, también adquirieron el valor de sílabas. Por eso, con tantas lecturas fueron polisémicos, o polífonos. Junto a esto hay que tener en cuenta que el sumerio es un idioma con bastantes palabras de sonido parecido o igual, es decir, había muchos símbolos homónimos.

Una vez desarrollado completamente, el sistema cuneiforme posee más de 600 signos. Casi la mitad se emplearon como ideogramas o como sílabas, los restantes sólo fueron ideogramas. Algunos signos sirvieron como determinantes, conocidos por determinativos, que indicaban la clase a la que pertenecía la palabra (del tipo hombre, árbol, piedra). A lo largo de su existencia, el sistema era una mezcla de ideogramas y sílabas. Cuando se aplicaba a una lengua diferente, los ideogramas se podían emplear, porque se entendían al representar objetos.

Con el tiempo se tendió a simplificar la escritura y a reducir el número de signos, sobre todo los polisémicos o polifónicos, para evitar la ambigüedad, con lo que se daba el primer paso para establecer el alfabeto, en el que cada signo representa un sonido, cosa que nunca había ocurrido en el sistema cuneiforme; este estado sólo lo han conseguido las escrituras ugras y persa antigua.

Los Jeroglíficos Egipcios

Los jeroglíficos egipcios no parecen haber evolucionado a lo largo de los siglos: nos los encontramos de repente en el año 3100 a. de C., en la antesala del Egipto Dinástico, y progresará poco a lo largo de su existencia. En general, la cultura y la escritura egipcia despertó el interés y la admiración de las civilizaciones posteriores, pero no fue hasta el Renacimiento donde prendió la verdadera llama decodificadora. Fue en este siglo XVI cuando se publica un manuscrito perdido de Horapollo de Nilópolis, docto egipcio del siglo IV a. de C. que dedicó su vida a la resolución de estos “acertijos”. Sus teorías eran demasiado fantasiosas y la mayoría erróneas.

Por desgracia, autores como Kircher, Warburton o Zoëga las tomaron por premisas ciertas, y comenzaron sus estudios sobre cimientos precarios. No obstante, también intuyeron algunas claves importantes, como la de que los jeroglíficos pudieran tener una base fonética (en contra de lo que pensó Horapollo); y la de que sería conveniente guiarse del copto (idioma tardo-egipcio de influencia griega que se mantenía allá por el siglo XVIII), ya que podía sugerir cómo se pronunciaban las palabras en el Egipto Dinástico.

Pero la clave para la resolución llegó en 1799. En ese año, un destacamento francés apostado en Egipto encontró la Piedra Rosetta, una gruesa plancha de piedra de 114 x 72 cms. Fue inmediatamente enviada a El Cairo, prevista su importancia. Allí pudo ser analizada por estudiosos y expertos. Era una piedra con una inscripción trilingüe (griego, egipcio y demótico). El primer paso fue traducir el texto en griego. La roca recreaba un decreto de los sacerdotes en honor al primer aniversario de la coronación de Ptolomeo V. Así, Thomas Young, líder de los descifradores, procedió a buscar la palabra “Ptolomes” (Ptolomeo según fuentes del copto). La identificación de ciertos nombres propios le permitió diseñar un alfabeto provisional para éstos, pero no pudo llegar mucho más allá de esto. Y es que el principal problema de Young fue el mismo que el de Horapollo: creer que la escritura egipcia había de ser no fonética, salvo en nombres propios extranjeros como Ptolomeo. El primero que fue capaz de salvar este problema fue Champollion, que intuyó correctamente que la escritura egipcia se componía de una parte fonética y de otra semántica; además de deducir algunos signos silabo-fonéticos y algunos casos de homofonía. Es, pues, a Champollion a quien debemos el método de lectura de los jeroglíficos.

Es posible que la idea de escritura fuera importada por los egipcios desde Mesopotamia, a partir de la invención del cuneiforme. A partir de la escritura egipcia se desarrollaron coetáneamente a ésta dos tipos de escritura cursiva: la hierática (usada por los sacerdotes) y la demótica (de uso documental). Los jeroglíficos podían escribirse tanto de izquierda a derecha como de derecha a izquierda, aunque solían adoptar la última dirección en la mayoría de los casos, excepto cuando por simetría convenía usar ambas (por ejemplo, en inscripciones idénticas flanqueando puertas).

Hoy día no sabemos cómo sonaba exactamente el idioma egipcio; de ahí la diversidad de maneras de escribir un determinado nombre (Kefrén=Jefrén). No en vano, el idioma egipcio lleva extinto varios miles de años. Además, se suma la dificultad de que no incluían símbolos fónicos que representasen las vocales, lo que redunda más en la divergencia de escrituras posibles de una misma palabra. Aun así, contamos con dos pistas importantes:
Una de ellas es el copto, la última fase del idioma egipcio, que nos permite hacernos una idea de cómo se escribía en el Egipto de la era Dinástica. La otra es la de los préstamos lingüísticos que el egipcio hizo a otras lenguas vecinas, que se han mantenido a lo largo de los años a pesar de la desaparición de los jeroglíficos.

Pero adentrémonos ahora en lo que es puramente escritura egipcia jeroglífica. La escritura jeroglífica se vale de :

Signos monoconsonánticos: los 24 signos consonánticos que reciben el nombre de “alfabeto”.

Signos biconsonánticos: que representan sonidos como /ms/, /mr/, /sw/,…

Signos triconsonánticos: que representan sonidos como /ndm/, /htp/,…

Complementaciones fonéticas: o añadidos de uno o varios signos monoconsonánticos, colocados al final de la palabra, para que aclaren la pronunciación de ésta.

Determinativos: logogramas que se suman al final de los fonogramas para aclarar el significado de una palabra en su contexto concreto. La mayoría suelen ser de naturaleza pictográfica.

De esto podremos preguntarnos, ¿para qué necesitaban los egipcios este sistema tan complejo?, si ya contaban con 24 signos monoconsonánticos con los que valerse de una manera igualmente eficaz. La respuesta es el prestigio, la tradición y, en general, el poder de una casta sacerdotal conservadora que se negaba a sacrificar la belleza y complejidad de su sistemas para alcanzar otro accesible a todos.

Lo que nos ha llegado de escritura egipcia es fundamentalmente inscripciones en piedra y loza, y la escritura sobre papiro:

Lo escrito sobre piedra y loza es generalmente referente a nombres de faraones y títulos reales; de lo cual lo más destacado es quizá la piedra Rosetta, conservada en el Museo Egipcio de Londres. De lo escrito sobre papiro conservamos mucho menos, puesto que no ha sobrevivido al paso de los años (no tampoco a los escrutinios de las bibliotecas donde se archivaban). El papiro era fruto de la unión de finísimas tajadas de caña, pegadas con su propio jugo. Un cómodo material, más fácil de manipular, que ha valido para escribir “el Libro de los Muertos”, quizá la obra más destacada en este soporte, que describe las ceremonias y ritos que han de seguirse para que el difunto alcance la vida eterna.

La Escritura Maya

La escritura jeroglífica maya es ideográfica, puesto que sus caracteres representan ideas y no figuras ni sonidos. Los caracteres no contienen un cuadro de la idea, sino un símbolo de la misma. Los caracteres que se emplean en este sistema de escritura generalmente son apenas algo más que símbolos convencionales.

El hecho más importante acerca de la escritura jeroglífica maya puede representar la fase más antigua de un sistema gráfico formal que haya llegado hasta nosotros. Esto no significa que la escritura jeroglífica maya sea el sistema gráfico más antiguo que se conoce. Las inscripciones mayas tratan en primer lugar de cronología, astronomía y cuestiones religiosa. Son tan completamente impersonales que es posible que jamás se haya grabado en ellas el jeroglífico del nombre de un hombre. El objeto principal y más importante de las inscripciones mayas de la Epoca Clásica era la fecha de la dedicación de cada monumento, la llamada Serie Inicial, generalmente grabada al principio de cada inscripción. Esta fecha se inscribía hasta el día en que se hacía la dedicación.

Cada una de las diecinueve divisiones del año civil de 365 días tenía su propia deidad. En la mayoría de las inscripciones el jeroglífico del nombre del dios patrono en cuyo mes caía la fecha correspondiente de la Serie Inicial, aparece grabado en el primer jeroglífico de cada texto.

A través de la combinación de elementos gráficos que representaban ideas, los mayas lograron dejar testimonio escrito de su historia y de sus descubrimientos en astronomía, matemáticas, medicina, y muchos otros temas que les interesaban. Por supuesto, la exactitud que alcanzaron en sus calendarios, les permitía llevar una cuenta muy precisa de las fechas en que todo esto ocurría.

Los mayas registraron su escritura en códices, manuscritos pintados utilizados como libros sagrados, pero también escribieron en diversos materiales y objetos como la cerámica, el algodón y la concha; asimismo, grabaron sus jeroglíficos en la piedra de sus estelas y edificios, en la madera, y en joyas hechas de piedras de hermoso colorido y texturas.

A lo largo de la historia, mucha gente se ha interesado en descifrar el misterio de la escritura maya. Todo empezó en el siglo XVI, cuando Diego de Landa, quien fue el primer obispo de Yucatán, elaboró con la ayuda de los porpios indios un alfabeto que incluyó en su libro Relación de las cosas de Yucatán. Dicho alfabeto fue la base para los estudios que realizaron los dos más importantes investigadores de la escritura maya de este siglo: el arqueólogo inglés J. Eric S. Thompson y el lingüista ruso Yuri Valentinovich Knórosov.

Aunque la escritura maya no está totalmente descifrada, dada su complejidad, fue el ruso Yuri Valentinovich Knórosov el que verdaderamente revolucionó el sistema de lectura e interpretación de los glifos al descubrir su carácter fonético (por representar sonidos) y logo-silábico (porque las sílabas tenían significados variados e independientes). Entonces, un glifo puede leerse de varias maneras, porque se puede escribir de varias formas diferentes una misma palabra, lo cual siempre provocó confusión.

La Escritura China

Las primeras muestras de escritura china datan del 1400 a. de C. Se trata de inscripciones de tipo oracular realizadas en caparazones de tortuga y huesos de buey, pertenecientes a la dinastía Shang. El sistema ha progresado mucho a lo largo de sus 3000 años de vida y, aunque nadie duda que la pictografía fue importante en el nacimiento de los caracteres chinos, hoy apenas queda nada de icónico en ellos: su parecido es aproximado y más que discutible. La creación del Imperio Unificado de la dinastía Qin impuso un sistema bastante simplificado del anterior, que siguió en uso durante más de 1700 años hasta que en 1950 los dirigentes comunistas chinos crearon el actual sistema de Escritura Simplificada. Así, a lo largo de su vida, la escritura china ha ido variando su número de caracteres hasta tener incluso tener 49.000 de ellos en el siglo XVIII; ¿cómo pueden entonces manejar tal cantidad de signos?. En general, podemos clasificarlos de este modo:

Pictogramas: que muestran las palabras visualmente.

Grupo sencillo representativo: que representa las palabras a través de métodos de lógica visual.

Grupo completo representativo: que representa palabras a través de medios de lógica de ideas.

Grupo “rebus”: basado en el principio del mismo nombre.

Grupo semántico fonético: se basa en la combinación de un carácter que indica la pronunciación y otro que indica el significado.

Vemos que la complejidad del sistema es más que evidente, y que hace casi imposible la compilación de caracteres para la elaboración de diccionarios. Los criterios para ordenar los caracteres lógicamente no pueden ser los alfabéticos; se hace en función de su número de trazos, de su objeto de referencia o categoría; otra opción es elaborar silabarios como el de Soothill. Ningún modelo es del todo eficaz y, al no existir unanimidad en los criterios de ordenación de los diccionarios, el caos impera gravitando sobre la cuestión.

El idioma chino proviene de la rama Sino-Tibetana, y contiene ocho regionalectos incomprensibles entre sí, de los cuales el más hablado es el chino mandarín. Cada uno de éstos contiene una serie de tonos diferentes, de cuyo buen uso depende la correcta resolución de los múltiples casos de homofonía. Es por tanto que la escritura china es un auténtico arte, pues ha de salvar muy frecuentemente este tipo de problemas. Sin embargo, las dificultades que encierra el sistema escrito chino ha provocado siempre un alto grado de analfabetismo. Algunos pensadores, como Mao Zendong, han considerado que la solución a este problema podría ser la adquisición del sistema alfabético latino. Mao redujo en 1955 el número de trazos de algunos caracteres y eliminó otros por considerarlos inusuales. Esta reducción precedió al siguiente paso: en 1958 se introdujo un sistema alternativo que permitía escribir el idioma chino con caracteres latinos: el Pinyin. La intención de Mao era que el Pinyin desbancara a los caracteres chinos. Sin embargo, la oposición frontal de los conservadores lo impidió. Son dos posturas perfectamente comprensibles: los que consideran que la escritura ha de estar al alcance del pueblo, que apuestan por el Pinyin; y los conservadores que se niegan a que su bellísima escritura se vea eclipsada y desterrada por la “invasión occidental”. Parece que ahora se ha optado por un equilibrio entre ambas posturas, por una digrafía donde Pinyin y los caracteres clásicos chinos están condenados a entenderse.

La Escritura Japonesa

Los japoneses basan su sistema de escritura en el repertorio de caracteres chinos, a los que llaman “kanji”. Lógicamente, al adoptar los caracteres chinos, los japoneses les dieron valores fonéticos distintos, buscando los sonidos apropiados a su idioma. El sistema kanji se combina con un conjunto de caracteres fonéticos que sirven para aclarar el significado de los caracteres chinos; son los “kana”, signos inventados por los nipones que acompañan a los kanji. La convivencia entre signos muy logográficos, como son los kanji; y otros muy fonográficos, como los kana, hacen que el japonés merezca ser considerado como la escritura más difícil del mundo. La pregunta parece inevitable: ¿por qué recurren los japoneses a los caracteres chinos, si con sus kana podrían valerse perfectamente?.

Ciertamente los kanji serían prescindibles si se dotara de más hegemonía a los kana, pero de nuevo el prestigio de la escritura china parece ser la razón de que los japoneses se compliquen de este modo la vida. Además, parece que este sistema combinado forma parte de la idiosincrasia del pueblo nipón: la experiencia de aprender los kana y kanji forjan al japonés en la dedicación, la tenacidad y el trabajo.

Los japoneses no sólo han de aprender los Kanji, sino también su pronunciación. Ésta tiene una doble dimensión, que el lector tiene que intuir en cada caso según el contexto. La doble lectura de los sonidos consiste en una primera llamada “kun” y otra llamada “on”. El saber cuándo usar una u otra, sin confusiones, es importantísimo para que el japonés comprenda el mensaje escrito. Pero si complejos son los kanji, no menos lo son los Kana. La escritura fonética japonesa ha acuñado dos silabarios diferentes: el “hiragana” y el “katakana”. En un principio, el hiragana se usaba como escritura a diario y el katakana para edictos oficiales. Hoy día el primero es la más usada, y el segundo ha pasado a ser una especie de escritura cursiva.

Pero, ¿para qué necesitan este sistema tan complejo de kana y kanji, con sus respectivas variantes? Además de por el ya citado prestigio, el sistema mixto permite a los japoneses librarse de la frecuentísima homofonía que tendrían kana y kanji por separado. Realmente nos cuesta comprender cómo ha podido florecer una civilización con semejante enrevesado sistema. Por si la complejidad no fuera suficiente, desde 1980 kana y kanji han tenido que dejar sitio a un inquilino más: el alfabeto latino. La publicidad de las multinacionales comenzó a entrar en el país hace 20 años, y las empresas veían el alfabeto latino más apto para sus anuncios que el sistema mixto japonés, que incluso podía generar rechazo. Cabe suponer que algún día el alfabeto latino acabará desbancando a la escritura mixta, pero, hasta que eso ocurra, ¿cómo podrán convivir tres sistemas de escritura?. Los japoneses, lejos de considerarlo una amenaza, ven el híbrido entre kana, kanji y romaji (así llaman ellos a nuestro alfabeto) como algo entrañable, reflejo de la capacidad de asimilación cultural de su país.

Todo lo que tiene este sistema de bello y mágico lo tiene de enrevesado. Ya desde 1880 se lleva planteando la cuestión de su simplificación, a la que se opone radicalmente la clase conservadora. Después de la Segunda Guerra Mundial, el número de kanji que debía dominar un japonés medio era de 1900 kanji. Ni siquiera el auspicio de EE.UU. sobre Japón tras su derrota en la guerra pudo reducir la complejidad de su sistema. Sólo la informática parece que vaya a imponer finalmente el alfabeto latino, debido a las dificultades que entraña inventar teclados de 2000 kanji y su impresión.

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